EL DESPERTAR DE SENTIMIENTOS ENCONTRADOS POR UN RECUERDO
Mi autobiografía tiene como gran propósito
demostrar uno de mis momentos más llamativos,
que produce en mí un gran dolor y desolación.
Situación que al recordarla me deja lágrimas, sufrimiento, amor puro entre
otras.
Hace un par de años atrás, digamos unos 9 o
10, murió mi querido abuelo, un segundo padre para mí, tenía un color de piel
castaño, vestía como todo un señor, le gustaba tener sus zapatos bien ‘emboladitos’,
nunca le podía faltar la lectura de su periódico antes de la hora del almuerzo,
la peineta en su bolsillo derecho, para darle la forma a su corte y su palabra
preferida era: ‘Mijaaa ya está listo el almuercito’ bellos recuerdos.
Recuerdo ese día como si fuese ayer,
desatando un dolor profundo en el corazón y nudo en la garganta con tan solo de
tratar recordarlo.
Todo comienza cuando era un niño tenía
8 o 9 años, estábamos en casa con mamá (Yolima Socorro) apenas acabamos
de entrar, llegábamos de hacer la rutina
deportiva de mi escuela, el cansancio nos venció y no demoro la hora de dormir
más temprano de lo habitual. Sin pensarlo llego la noticia que menos se esperaba, era la
madrugada tipo 2 am a esa hora aun el
sol seguía escondido, el frio era aterrador, de un momento a otro sonó el
teléfono fijo basto un solo “RING” para que mi
madre de manera inmediata contestara, pero el teléfono duro segundos en
sus delicadas manos, dejándolo caer al suelo, entonces me levanté al estilo
“FLASH”, al ver la palidez, la tristeza
en su cara supe que lo contado no era nada bueno, con un tono de voz bajo medio
cortado me dijo: tu abuelito ha sufrido
un infarto, al ver en ese momento a mi madre llorar, eso hizo que yo me
derrumbara por completo, es como si sintieras que te arrancan un pedazo de ti o
algo así; nosotros adorábamos y seguimos adorando cada día con más fuerza a ese viejito hermoso,
llamado Adolfo León Chilito Jurado.
Mi padre (Julián Chilito) llego al instante a
casa (ya se había enterado de ese horripilante hecho), desató un ruido
espantoso a la hora de entrar pues se
encontraba en su trabajo, cuando se acercó a mí, lo note demasiado triste su
cara lo decía todo era como si su voz se
hubiera desvanecido no fue capaz de dirigirnos la palabra, tenía un vacío
grande en su corazón, entonces lo abrace
y le dije: “padre o te preocupes todo va
estar bien”. Ni imaginarme ese gran sufrimiento que sentía dentro de él, al saber que la salud de mi
abuelito iba empeorando.
Por medio de señas mi padre nos comunicó que
nos alistáramos para viajar, en ese momento observe la mejor versión de papá al
volante creo que ni las cámaras hubieran logrado captar lo rápido que salió del
garaje. Se hizo imposible desayunar y alistar las cosas comunes por lo que el destino era Popayán Cauca,
salíamos desde Bolívar Cauca un pueblo, el viaje iba a ser bastante extenso y
agotador en esos tiempos.
Después de ese largo viaje y de haber dormido
casi todo el transcurso, percibí que a
mi padre le estaba entrando una llamada, él contestó pero lo único raro es no
haberlo escuchado responder, me imagine que la noticia no era de “buenas pulgas”; entonces noté que ya
no íbamos a casa sino directamente a la clínica, donde se encontraba mi
abuelito (cuidados intensivos). Llegamos en un abrir y cerrar de ojos, al mirar
las caras de mis familiares tan decaídas, sentí dentro de mí que el estado de salud de mi abuelo iba de mal en peor, aunque el
martirio no terminaba aquí, ya que lo
mas doloroso era que no podía entrar a verlo por ser menor de edad; entonces decidí ir al lugar donde estaba mi abuela (la esposa) para darle ánimos, pero
con tan solo verle la cara esa mirada
que reflejaba como si su otro mitad se hubiera separado de ella, el triste dolor de una
partida.
Todavía
me sigo preguntado de donde saco tantas fuerzas mi abuelito para
durar tantas horas postrado en una camilla y con aparatos en su cuerpo que de
pronto le causaban dolor, pienso que soporto todo esto porque estaba esperando que entrara a despedirse mi
padre fue el último en pasar, me imagino que por ese amor tan grande que existe
entre padre e hijo, y en minutos siguientes falleció, nuevamente
rompió el llanto de todos los que estamos presentes en la clínica.
La tormenta no había pasado, se acercaba lo
más doloroso para nosotros el entierro de mi abuelo, recuerdo la cantidad de
gente que nos acompañaron en este gran dolor era inimaginable, de las cuales
estoy agradecido porque nos brindaron mucha fortaleza.
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